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Writer's pictureHector De Lima

La muerte de Reyes por culpa de Chavez

Hector de Lima- Autor

En los discos duros de la computadora de Raul Reyes, segundo al mando de las FARC, se encontró la siguiente carta fechada el 30 de diciembre de 2007, dirigida al presidente Chavez.

Montañas de Colombia.

"Señor Presidente, los intensos operativos militares desplegados en la zona nos impiden, por ahora , entregar a usted a Clara Rojas, Enmanuel y a la ex representante Consuelo González de Perdomo, como era nuestro deseo..."

(...) "Tan pronto hallemos un lugar que nos brinde toda la certeza de seguridad le estaré comunicando para reactivar todos los mecanismos que hagan posible el retorno, sanos y salvos, de Ingrid Betencourt, Clara Rojas, Enmanuel y Consuelo, al seno de sus hogares. La liberación de los estadounidenses está sujeto al pacto de liberación de los cuarenta y cuatro compañeros que tiene el gobierno presos en la Cárcel de la Picota.

Con sentimiento de consideración y aprecio compatriotas,

Del Secretariado del Estado Mayor de las Farc,

Montañas de Colombia, Diciembre 30 de 2007.

El reloj marcaba exactamente las once y quince minutos. Chavez leyo el mensaje en la computadora y luego de reojo observo el péndulo dorado que inexorablemente se mecía dentro del armario. Asociaba ese péndulo con el tiempo y eso lo atormentaba. Tomo el pesado teléfono satelital y pensó llamar a Reyes con urgencia. Pero no era la hora indicada. El satelite que rastreaba su espacio aéreo lo hacia entre las once y las doce y treinta, exponía la señal y delataba la huella de la llamada.

Releyó de nuevo el mensaje y respiro profundo por el lóbulo de la nariz izquierdo, un tic nervioso que a veces repetía en televisión. Luego se reclinó en su silla. Llegar allí le tomó casi veinte años, calculados desde el día que estrenó el traje azul de cadete, hasta la recepción de la espada de manos del presidente.

El cordón de cuero de la gorra militar cruzaba el frente de su boca y con los ojos puestos en las patillas del presidente, aceptó con firmeza el sable que le ofrecían. Fue la primera vez que cruzo su mirada con aquel hombre. Carlos Andres nunca sospechó que aquel muchacho que ese día recibía la espada simbólica para defender la patria, lo buscaría años más tarde en su segundo gobierno con el fin de asesinarlo. Todos esos pensamientos cruzaron su imaginación mientras el péndulo ascendía hacia la izquierda.

Ahora estaba en el estudio personal de la presidencia de la República, con un teléfono satelital en sus manos que le permitíría dirigir la lucha de dos pueblos, oloroso a colonia, en un salón adornado con pinturas de la gesta de independencia, se sentía en la cúspide… ¿la mas alta? No, le faltaba el cruce de los Andes, la siguiente cima sería la liberación de Colombia para la formación del sueño de Bolivar.

El, que había ascendido vertiginosamente hasta la presidencia de la república, jurando primero sobre la “moribunda” constitución del 61, anunciando la muerte de toda una etapa histórica no se imaginaba que sumergiría a Venezuela en la caótica historia que sucedió después. No solo enterró una época, sino también enterró el futuro.

Para llegar hasta allí le costó sortear muchísimos obstáculos, primero vencer la resistencia que le ofrecían los demás por su origen mestizo, zambo mas bien por el tamaño de sus labios, muy diferentes al origen español de sus hermanos. Pero la suerte estaba echada, venció la cárcel de Yare, los largos años de predicar por los pueblos, dar la mano, encender fogatas y organizar mitines improvisados mientras miraba a una rubia que inexorablemente se cruzaba en las esquinas de los pueblos. Yare, fue un mal recuerdo de libros, lecturas en desorden, visitas que llegaban de sorpresa. Abogadas que ofrecían sus servicios gratuitamente. Todo concurrió para que el llegara hasta este sitio donde pudo alcanzar el más alto cargo de comandante en jefe por encima de los antiguos generales que antes le daban ordenes.

Todos los escalones habían sido ascendidos hasta este final donde ya no tenía que pedirle permiso a nadie, solo a Dios. Entre el y el destino ahora no había más nadie, el destino era el mismo y podía disponer a su antojo, como el pèndulo de ese reloj, un tiempo hacia la derecha y luego dos campanadas a la izquierda.

Chávez volvió a mirar el reloj y se quedo pensando en el destino y el teléfono satelital que tenía en la mano. Reconoció y sintió el estremecimiento que su vida iniciaba un nuevo hito. Estaba en ese momento del universo en el cual su vida iniciaba nuevos derroteros.

Ya no solo quería la presidencia de Venezuela, igual que Bolivar sería comandante de naciones. Debía tomar la conducción de las naciones y aquel teléfono satelital simbolizaba eso. Debía darle a entender a la FARC que ahora quien decidía en esos territorios selváticos abandonados en cincuenta años de guerra era el y ademas debía demostrarle a Uribe que la guerra o la paz pasaba exclusivamente por sus manos. Si Uribe lo aceptaba, el destino de Uribe quedaría también en sus manos.

Chavez hundió los botones y marco la clave exacta para comunicarse con Raul Reyes. Impaciencia y deseos de protagonismo del presidente que después de tantos años de anonimato, tenia ahora la oportunidad mundial de lucirse frente a cinco presidentes garantes de la liberación de Ingrid Betancourt, Clara Rojas, su hijo Emmanuel, la ex congresista Clara Perdomo y tres norteamericanos cuyo avión había sido derribado por la guerrilla.

Los tinglados del teatro de operaciones en el Palacio de Miraflores, estaban llenos de actores de todas partes, cada cual con mayores deseos de aparecer en la noticia que tenía los nervios en punta a nivel mundial: la liberación de prisioneros por parte de la FARC. El gran momento se avecinaba, cincuenta años de guerra podían terminarse si se cumplía la condición más importante, devolución de prisioneros en gesto de buena voluntad auspiciado nada menos que por el contador de cuentos de los Llanos, el arañero que vendía conservas de coco en los partidos de beisbol.

Las conversaciones del teléfono satelital no podían ser descifradas pero la señal si era posible seguirla desde su origen en el Palacio de Miraflores, hasta la selva de Sucumbíos en la espesa selva de las fronteras entre Ecuador y Colombia.

El Palacio de Nariño y el Departamento de Estado ya tenían las coordenadas, tan claras como el principio y fin de una comunicación muy importante. La huella digital de esa llamada marcó las pantallas del Pentágono y alumbró también las computadoras en los recovecos del Palacio de Nariño.

-¿Alo? ¿Raul eres tu?

- Si señor presidente, es Raul Reyes.

-Disculpa la hora Raul. ¿Que hora es allá?

- Aquí es una hora menos, son las dos de la madrugada.

-Estoy preocupado por la entrega de los rehenes. ¿Que noticias me tienes?

-Uribe mantiene en jaque nuestros movimientos, la cosa esta como difícil señor presidente.

-Mira Raul, tengo cinco presidentes garantes de la entrega, entre ellos a Kichtner que ya está un poco achacoso y me jode con preguntas todos los días, no tengo las coordenadas del intercambio humanitario. ¿Que pasa? Sin esperar respuesta continuó, acostumbrado como estaba a hablar y hablar sin que nadie respondiera

- Uribe debería entender que la paz en Colombia pasa por mi, pero ustedes me están quedando muy mal. El dice que ustedes mienten, que el hijo de Clara Rojas lo tienen ellos en Bogotá.

-La información que tengo es que lo dejamos al cuido con un camarada del Meta.

- La senadora Cordoba y yo prometimos al mundo que en este diciembre verían la libertad los rehenes, incluida la señora Betancourt. Hoy es 30 de diciembre y el tiempo se termina. La mamá de esta señora prácticamente vive en el Palacio de Miraflores. Ordené para ella una de las suites que usan los presidentes. Jode más que un cáncer aunque se ha mostrado muy colaboradora, declaró a los periodistas que Uribe quiere la muerte de su hija.

-Nosotros queremos devolver a la señora Ingrid Betancourt, no solo porque se lo prometimos a usted sino porque esa señora es muy indisciplinada, se acuesta con el senador y con uno de los gringos y originó una trifulca. Nos conviene entregarla hasta por razones de seguridad de nuestra gente.

-Mire Reyes, ¿que pasa? La vieja es colaboradora. ¿Vio las declaraciones que dio? Dijo que Uribe era un irresponsable. Ella no es problema, el problema son ustedes. ¿Ustedes tienen los rehenes si o no?

-Asi es señor presidente.

-Bueno entonces déjenlos en un claro del monte, retírense y me indican las coordenadas para buscarlos en helicópteros nuestros. Asi de fácil. ¿Ustedes son brutos o que? A mi no me caen a embustes. Ahora empiezo a entender porque dicen que ustedes son la guerrilla mas vieja del mundo sin ningún resultado.

-Le aseguro que así será, señor presidente, déjeme notificar al secretariado. Pero si los dejamos en un claro las tropas de Uribe llegan primero y dicen que los soltaron ellos.- pensóReyes

-Ustedes como que aprendieron mucho sobre la guerra, -continuo Chávez -pero de política no saben nada. Mire Reyes, la política es la que conduce a la guerra y no al contrario. Miren a su alrededor, Evo llegó por elecciones, Correa también, Daniel Ortega, Lulla, y yo llegue por elecciones libérrimas y ahora ustedes están poniendo en peligro la revolución de Venezuela y van a provocar una invasión gringa. Si ustedes quieren que Timoshenko sea el próximo presidente de Colombia, dejen de ser estúpidos y denme esos rehenes.Tengo cinco presidentes, familiares de las víctimas, la Cruz Roja Internacional, la prensa mundial y ustedes me vienen con el cuento que no pudieron mover el culo porque Uribe les toca las nalgas. Dígale al comandante César, que deje a los prisioneros en cualquier sitio, a orilla de un rio, en cualquier claro del monte, se retiran y basta. No me vengan con ese cuento, Mire Reyes mi prestigio está de por medio. La revolución en Venezuela ha llegado para repetir la obra del Libertador, no se equivoque, no se crea que he tomado el poder en Venezuela sin que esta revolución no llegue a Colombia. Nosotros somos el factor de cambio para Colombia. Mire ustedes me piden dinero para comprar armas y hasta venden coca para financiar la guerra, yo aquí sin gastar ni un centavo y ya tenemos el poder de todas las armas. No sean brutos y denme los rehenes, la senadora Córdoba y yo estamos cayendo en el ridículo.

En ese momento el antiguo reloj enmarcado en una montura Luis XIV, de la oficina del presidente, dio las tres campanadas de la madrugada y el presidente seguía sentado al frente de su escritorio con el teléfono satelital, una taza de cafe y un cigarrillo en la mano.

Chávez escuchó el sonido profundo de las campanas rebotando en las volutas de las bóvedas del techo y cada impulso de las ondas sonoras le ocasionaba pálpitos en el corazón. Chávez consideraba que su peor enemigo, después del presidente Uribe, era el tiempo. Esa rueca que hilaba los hilos del tiempo con dedos filudos como de muerto, no estaba a su favor.

-Uribe desautorizó mi participación como mediador y los presidentes garantes se van. Dijo Chávez -mas calmado de su enojo.

Tenemos que tragarnos un siglo - pensó- la revolución debe agigantar sus pasos. La Gran Colombia nos espera, pero no una Gran Colombia capitalista, de emprendedores, de libres empresas, como la quiere Uribe, sino una Gran Colombia socialista, de obreros obedientes al estado, de igualdad, de seres sin apetencias personales como en el mar de la felicidad de Cuba.

-Disculpe comandante

-Doscientos años de agravios -pensó -son muchos años de injusticias acumulados para compensar en tan solo un período presidencial. Deseo demostrarle al mundo que yo deseo la liberación de los rehenes y la paz y Uribe desea la continuación de la guerra. En este lance yo saldré fortalecido y Uribe debilitado.

Pero la rueca del tiempo era su peor enemigo. Todos los días hilaba una bovina, cada hora para él era una menos en cambio para Uribe era una más.

-Mientras lo escuchaba pasaron las horas señor presidente, hoy es 31 de diciembre - dijo la voz de Reyes - le deseo un Feliz Año 2008. Propondré al Secretariado, si logísticamente no podemos liberarlos a todos, por lo menos a Clara Rojas en desagravio suyo.

- Después de tanta fanfarria de paz navideña, no me puedo quedar con las manos vacías. Hasta la mamá de Betancourt me va a coger arrechera, por culpa de ustedes. Ella duerme aquí en Palacio y ahora es amiga íntima de la senadora Piedad Córdoba... Le deseo Feliz Año camarada Reyes, consiga las coordenadas y dele mi saludo al secretariado. Luego añadió, para dar a entender quien era el Comandante en Jefe:

—Mire Reyes usted y yo somos los primeros soldados del ejército de la Gran Colombia. -Y luego para confirmar quien era el que mandaba le dijo- Puede retirarse.

- Una pregunta señor presidente ¿usted trabaja hasta tan altas horas de la noche?

-Duermo dos, máximo tres horas diarias. El tiempo Reyes, es inexorable. Dios nos dio alternativas para escoger el espacio, usted puede desplazarse hacia donde quiera en esa selva, hasta el infinito, pero no nos dio ninguna libertad con respecto al tiempo. Somos libres del espacio y prisioneros del tiempo. Cada minuto que pasa sin que me den las coordenadas, retrasa la revolución en Colombia y amenaza la mía en Venezuela.

-Lo admiro señor presidente, aqui en la selva el descanso es muy importante, yo duermo ocho horas completas.

Raul Reyes se retiró a descansar. Tenia la oreja caliente de tanto escuchar al presidente Chávez. Se fue en silencio hacia su hamaca y colocando su teléfono satelital en el cargador de baterías se puso su pijama de algodón y se acostó en su hamaca.

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